“En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en Él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de Él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio” Salmo 62:7-8
Qué complicado se vuelve todo cuando las cosas no resultan como las teníamos planificadas; en nuestra mente y en nuestro corazón trazamos un sendero por el cuál llegaremos al lugar que deseamos llegar, y cuando comenzamos a transitar; pafff, algo pasa, nos va mal en una prueba, un amigo nos traiciona, una relación se termina, el puntaje no alcanza… y cuando esto pasa nos encontramos en medio de la carretera, vestidos con ropa de verano, mientras a nuestro alrededor llueve, y sentimos que todos nos miran, y menean la cabeza. En ese momento tenemos 2 opciones:
OPCIÓN 1 Miras fijamente el problema; te enfocas en la terrible situación, intentas salir de ella, PERO NO SE TE OCURRE NADA, y te quedas pegado, dando paso a la angustia, para que ésta se adueñe de tu corazón.
OPCIÓN 2. Miras fijamente el problema, luego cierras los ojos, Y MIRAS A DIOS. Cuando haces eso entiendes que puedes descansar y hallar paz en medio del caos, y puedes seguir viviendo, no tratando de solucionar tu mismo el problema, sino dejando que Dios tome el control. De eso se trata el Salmo que está al principio, se trata del mejor consejo que se te puede dar cuando te encuentres en dificultades; dejar que Él sea tu roca fuerte y tu refugio, derramar tu corazón delante de Él, y dejar que Él actúe.
Te desafío a actuar diferente, comienza a mirarlo a Él, y como dice una calcomanía “Dios es más Grande que tu problema”
Con Amor